Eran las noches tan largas.
Bebíamos de los vasos ajenos,
nos subíamos a todas las plataformas,
podíamos fumarnos cualquier cosa,
perdernos en la arena con cualquiera.
Allí estábamos
frente al mar de la infancia
juntas
y revueltas,
como olas.
Nosotras,
estrenando orfandad,
conteniendo la muerte,
ladrándole a la herida,
brindando
cada noche,
con la copa hacía las estrellas.